Corre, conejo
Parece ya muy antigua la leyenda del hombre que sale un día de casa a buscar tabaco y decide no volver. Pues bien, se remonta tan sólo a 1960, año en que, gracias a John Updike, el mundo conoció al inefable Harry «Conejo» Angstrom, cuyas peripecias empiezan a contarse aquí en el momento en que, sin razón aparente, abandona mujer e hijo, su modesta condición de vendedor de MagiPeels y el recuerdo de cuando fue un as del baloncesto.
A partir de entonces, Conejo Angstrom seguirá su camino sin rumbo, a la vez esquivando y buscando quién sabe qué. Ni siquiera el lector más sabio podría decirlo, porque ¿quién alguna vez, obedeciendo a un «impulso inexplicable», no ha salido (o deseado salir) huyendo como un vulgar conejo antes que enfrentarse al mundo, o a sí mismo ? De ahí que este supuesto «hombre libre», como cualquiera de nosotros tal vez, caiga constante y torpemente atrapado en la enmarañada existencia con la que debe cargar inexorablemente todo ser humano.
(Copiado de la casa del libro)
A partir de entonces, Conejo Angstrom seguirá su camino sin rumbo, a la vez esquivando y buscando quién sabe qué. Ni siquiera el lector más sabio podría decirlo, porque ¿quién alguna vez, obedeciendo a un «impulso inexplicable», no ha salido (o deseado salir) huyendo como un vulgar conejo antes que enfrentarse al mundo, o a sí mismo ? De ahí que este supuesto «hombre libre», como cualquiera de nosotros tal vez, caiga constante y torpemente atrapado en la enmarañada existencia con la que debe cargar inexorablemente todo ser humano.
(Copiado de la casa del libro)
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